La bola amarilla, brillante bajo el impiadoso rayo del sol, viaja a velocidad supersónica. En medio del silencio que reina a través de los pasillos El Abierto, en el barrio porteño de Saavedra, aumenta la temperatura. Desde la cancha de cemento, alejada del epicentro del club, el impacto de los golpes quiebra la paz. Es inconfundible: entre saque y saque, en los últimos ejercicios, Horacio Zeballos está a punto de finalizar su entrenamiento diario.
Después de la temporada que lo hizo subirse a una «calesita de emociones», el doblista zurdo se abraza a la armonía lejos de la vorágine. «Hago un poco de gimnasio y charlamos», le dice al cronista mientras termina la práctica en pleno inicio de la pretemporada junto con su preparador físico Esteban Pérez, de la mano de su histórico entrenador Alejandro Lombardo.
En su mente permanece la emoción intacta: «Desde que juego sólo dobles fue el mejor año; si tengo que poner el momento más importante de mi carrera fue cuando alcanzamos el número uno en Madrid. Sobre todo por la forma: fue exactamente esa semana, en ese partido, después de salvar match points y ganar 16-14 el súper tie break (NdR: ante Hugo Nys y Jan Zielinski en cuartos de final). Fue una locura emocional».
Formado en el Edison Lawn Tenis de Mar del Plata, el hombre de 39 años viene de materializar el sueño de su vida: en mayo alcanzó la cima del ranking de dobles junto con su compañero Marcel Granollers y se convirtió en el primer tenista argentino en llegar al número uno mundial en un listado oficial de la ATP.
«Lo que pasó este año fue muy emocionante; más allá de la satisfacción sentí orgullo propio por haber logrado algo grande. La presión que tuvimos que soportar en Madrid, fuera de la cancha, con la chance real de tocar el número uno. La presión suele aparecer en los partidos, cuando quizá te acercás a ganar, pero acá la presión estuvo desde que me desperté hasta el partido. Intentamos no estar pendientes de los rivales o de las redes sociales. Venían mensajes de familiares y amigos, de buena fe, que para nosotros fue un desafío poder manejarlo. En la Copa Davis también lo sentí varias veces pero como hay un equipo la presión se comparte un poco más», reconstruyó el doblista más destacado de la historia de la Argentina.
–¿Cuál fue la primera sensación?
–Fue fabuloso: tuve la suerte de vivirlo con mi mujer (Sofía Menconi) y los chicos (Emma y Fausto), que me vieron cumplir un objetivo soñado. Mi familia y mis amigos lo sintieron como si lo hubieran conseguido ellos. Una vez que llegué al número uno se me cruzaron siete millones de imágenes, desde chico hasta la actualidad, como si reviviera toda la película de mi vida, con todo el sacrificio de los inicios en Mar del Plata.
–¿Te sentís un peligro para los mejores?
–Ya son muchos años; con Marcel hacemos un equipo muy competitivo. Día a día siento que mi nivel en la cancha creció y somos peligrosos para los demás. Estamos muy bien juntos; ya vamos seis años. Nos entendemos y queremos lo mismo: manejamos la misma idea de calendario y buscamos estar más con nuestras familias. Encontramos el equilibrio: darlo todo y también pasar tiempo en casa.
–¿Cómo se mantiene la motivación?
–Más allá de haber tocado el número uno ya estamos con la cabeza puesta en ver lo que podemos mejorar. Quiero ser mejor tenista, esa es la motivación. No conformarse es fundamental: tranquilamente podría decir que ya voy a cumplir 40, que cada gira y cada viaje se me hacen más pesados, pero quiero seguir porque me gusta mucho la competencia. Me gusta mucho ganar.
Pese a haber sido el mejor doblista del planeta durante 15 semanas –cedió el puesto de privilegio quince días atrás y cerró el año como el 4°–, Zeballos masticó la decepción de un golpe muy duro: se perdió los Juegos Olímpicos de París 2024, marginado de la delegación por una inentendible decisión deportiva del ex capitán Guillermo Coria que, a su vez, fue respaldada por los máximos dirigentes de la Asociación Argentina de Tenis (AAT). Después, con fuertes diferencias de criterio con el Mago, prefirió no estar en la Copa Davis.
–¿Perderte los Juegos en Roland Garros fue la contracara de este año?
–Me sentí arriba de una calesita de emociones. Hubo cosas muy positivas y algunas negativas como no haber podido ir a los Juegos. Pero es parte del proceso que uno tiene que aceptar. Hay que ponerle el pecho y seguir adelante: no me podía quedar triste por esa situación. Le puse la mejor cara posible. Cada uno tiene sus ideas y sus pensamientos; yo banco a full mi postura. En el tenis hay revancha constante; obviamente ningún torneo se compara con un Juego Olímpico pero había que encontrar el consuelo después de esa piedra en el camino.
–¿Sentís que hiciste todo lo que tenías que hacer para estar?
–Me siento tranquilo; siempre estuve disponible y creo que estaba pasando un muy buen momento tenístico. Hice todo lo posible.
–¿Cuál fue el origen de esa disputa con Coria?
–La situación empezó en febrero cuando yo me bajé de la Copa Davis. Jugué varias series con Guillermo como capitán, la pasamos bien, pero después… Muchos piensan que en la Copa Davis las cosas son personales y que si uno no juega es por un tema con alguien, pero a veces no podés estar. Contra Finlandia (2023) no pude por un problema familiar que atravesaba y este año arrastraba una lesión (NdR: hombro izquierdo) que, si bien no era crónica, pudo haberse complicado por el estrés y la exigencia de un partido de semejante volumen. Di un paso al costado y no fue nada contra el capitán; fue una decisión personal. Ahí empezaron los roces y las pequeñas disputas; no fue contra él, al menos de mi lado. Uno podía no estar de acuerdo con las decisiones pero para algo es el capitán. Lo respeté, aunque no lo compartía.
Confirmada la sucesión, con Javier Frana ya oficializado como el reemplazante de Coria, la situación se descomprimió. «Yo estoy disponible para volver al equipo. Creo que el tenis se basa en momentos y en el presente de cada jugador para formar el mejor plantel. Estoy disponible como siempre lo he estado; después dependerá del momento», expresó Zeballos, quien registra 15 series coperas entre 2010 y 2022, en una intención manifiesta de regresar para el primer desafío de 2025, ante Noruega de visitante, la semana del 27 de enero.
–¿Qué te motiva a volver?
–La Copa Davis es una experiencia hermosa; es algo diferente. Jugás para vos, para un equipo y para un país. Hay muchas emociones; si ganás salís hecho una fiera. Tengo uno de los recuerdos más lindos de mi carrera en la Davis, cuando le ganamos a Francia en Parque Roca, con quince mil hinchas (NdR: 3-2 por los cuartos de final de 2013).
–¿Vas a hablar con Frana?
–Todavía no hablé, porque todo es muy reciente, pero tengo una muy buena relación con Javier. Lo conozco desde hace muchos años; es un referente y me encanta cómo ve el tenis, cómo transmite, cómo habla. Todos los capitanes que tuvimos en Argentina son ex jugadores muy buenos; uno confía en el liderazgo. Aporta muchísimo que haya sido un gran doblista porque el doble en la Davis es fundamental.
Apenas consumada la última respuesta, el número cuatro del mundo toma el teléfono del cronista y lee, con atención, unas líneas del propio Frana en versión columnista del diario Clarín. El nuevo capitán decía, previo a la final que jugaría Zeballos en Wimbledon 2023: «Seguimos felices y celebrando que Horacio Zeballos esté en una nueva final: en este caso en Wimbledon, en compañía de Marcel Granollers, el español con quien ha tenido muchísimo éxito. Para Zeballos será su tercera final de Grand Slam, su segunda en Wimbledon. Pero, como él mismo reconoció, siente que en esta final tiene sentimientos distintos. Tal vez el conformismo del pasado llegó a su fin y le dio lugar a esa linda sensación de que uno lo quiere, que uno se lo merece».
La reacción fue inmediata: «Ahí te das cuenta de lo que refleja él tenísticamente. Le agradezco esas palabras porque es tal cual lo que yo sentía en ese momento: dejé de respetar que era una final para jugarla como un partido más y tratar de ganar un torneo tan grande. Sabe muchísimo; me encanta lo que transmite. Espero hablar con él pero, más allá de que ahora sea el capitán, siempre hemos hablado».
La deuda pendiente
Horacio Zeballos se adueñó, desde hace algunos años, de un cetro indiscutible: es el mejor doblista de la historia del tenis argentino. Campeón 22 veces en el máximo circuito, ganó ocho Masters 1000 y escaló hasta la cima del escalafón internacional. Mantiene, sin embargo, una deuda todavía sin saldar: ganar un Grand Slam. Con Granollers llegó a tres finales: US open 2019, Wimbledon 2021 y Wimbledon 2023.
«Y… hemos empezado a hablar cada vez más, porque si hay algo que no suma es guardarse las negativas para adentro. Hay que hablarlo, ponerlo sobre la mesa, para poder naturalizarlo. Ganar un Grand Slam es un gran objetivo, no me da miedo decirlo, pero cuando me retire del tenis me iré tranquilo por haberlo dejado todo. Volver al número uno es otro objetivo; estar en ese lugar me hizo sentir muy orgulloso», reflexionó el zurdo.
¿Qué le faltó, hasta ahora, para conquistar el sueño? Zeballos lo tiene claro: «Uno llega a una final en un gran nivel, con mucha confianza. En la última final de Wimbledon creo que ellos (NdR: el británico Neal Skupski y el neerlandés Wesley Koolhof) supieron soportar mejor la presión. Yo busqué jugar igual que en la primera ronda pero no lo pude concretar en la cancha. No supimos manejar la final; los rivales la jugaron de manera más natural. Si se escapan las chances en el partido se suma cada vez más presión. En una final todo pasa por la cabeza y por ver quién puede aguantar mejor esa batalla».
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