“Una mañana de 1996 fuimos con mi viejo en el velero hasta uno de los canales en donde hoy está la Bahia Grande de Nordelta y me decía: ‘Acá vamos a construir una ciudad’. Y con 23 años le respondía que estaba completamente chiflado”, recuerda Paulo Caratti, hijo de uno de los integrantes de la “mesa chica” de Julián Astolfoni, el hombre que en la década del 70 vislumbró el potencial de unas tierras vírgenes que se extendían desde San Fernando hasta Escobar.
Lo que en ese entonces era un paisaje de quintas frutales se convirtió, décadas después, en Nordelta, una ciudad-pueblo de 1750 hectáreas en donde viven más de 50.000 personas con 30 barrios lanzados, más de 7000 lotes, 6000 casas construidas y otras 400 en plena obra. “Estas tierras tenían un gran potencial. Antes eran quintas productoras de frutas, y los vecinos de la época nunca imaginaron que aquí surgiría algo tan transformador”, señala Diego Bunge, otro de los miembros de la mesa chica del Grupo Astolfoni, uno de los grupos empresarios dueños del 50% de Nordelta.
Caratti tiene más anécdotas. Y no puede dejar de compartir cuando en 1999, su papá le anunció el lanzamiento del proyecto y le presentó un papel donde estaban marcados algunos barrios con terrenos. “Llegué a buscar a mi mujer Lorena que estaba de guardia en el Hospital de Niños y le dije, ¿cuál compramos? Nos decidimos y recuerdo que pagábamos la cuota de $1000 con su sueldo de residente. Años más tarde fue el lugar en el que pudimos construir la casa de nuestra familia”.
Astolfoni, un ingeniero italiano que llegó a Argentina en los años 50 para abrir la subsidiaria local de Vianini Dragados -una de las empresas del Vaticano dedicada a obras hidráulicas-, veía más allá del paisaje. Lo que el empresario había detectado en plena década de los 60 fue que con el avance de la industrialización de Europa, las poblaciones se mudaban del campo a la ciudad, un fenómeno que generaba nuevas urbes en los alrededores. Se enamoró de este país y soñó con replicar esa experiencia en Argentina, pero desde la iniciativa privada.
Inspirado por las “villes nouvelles” de Francia, pequeñas ciudades satélite diseñadas para descongestionar grandes metrópolis tras la Segunda Guerra Mundial detectó una oportunidad. “Decía que si en Europa las ciudades satélite eran un éxito, en algún momento lo serían aquí, pero con un enfoque más humano y sostenible”, explica Bunge.
Fue así como adquirió 1200 hectáreas a la familia Pacheco de Alvear, tierras que se extendían desde la barranca hasta el río. Durante más de dos décadas, se dedicó a planificar y obtener todos los permisos para transformar esos campos en algo impensado. En otras palabras, lograr convertir en urbanas, tierras que hasta ese momento eran rurales.
Años después, en 1998 se concreta la alianza con Eduardo Constantini, quien con su visión transformadora, profundo conocimiento del sector y sello inconfundible terminó de definir la personalidad del proyecto. A la hora de analizar el recorrido, en el mercado reconocen que es interesante observar cómo una sociedad de 50% y 50% logra en la Argentina de los últimos años atravesada por situaciones de inestabilidad, sostener un proyecto tan ambicioso y demandante.
“Hace unos años comenzamos una reflexión estratégica donde nos planteamos cómo proyectarnos al futuro sobre los mismo principios y valores que nos trajeron hasta acá. Decidimos crear una desarrolladora y constructora que se afirmara sobre la mirada transformadora de largo plazo”, comentan Paulo Caratti y Teodoro Argerich -gernete general de la desarrolladora- los inicios de Nxt.
La empresa que, entre otros proyectos, avanza con Índigo, un emprendimiento residencial de más de US$40 millones de inversión con cinco torres que suman 80 semipisos de 150 metros cuadrados ubicado Nordelta Río. Un dato no menor, por el diseño de como se plantaron los edificios en el terreno, todas las unidades tienen visuales 180 grados con vista al río.
“Decidimos enfocarnos en un segmento ABC1 y fondear por completo nuestros proyectos antes de construir; una vez avanzada la obra recién comercializamos las unidades”, describe Argerich quien estima que los tickets de las unidades arrancarán en los US$650.000 con un valor del metro cuadrado que promedia los US$3600. “Con este emprendimiento buscamos darle una continuidad a quienes hace 20 años viven en Nordelta, sus hijos ya no están en la casa y quieren disfrutar de un lugar único y viajar sin tener que ocuparse se mantener una casa con su jardín, pileta y todo el trabajo que esto conlleva”, describe el perfil de la demanda.
Otro de los proyectos es la construcción de un edificio mixto que está en una etapa muy avanzada con una plataforma comercial, espacio oficinas y viviendas para jóvenes en Nordelta Centro; un proyecto residencial de alta gama sobre el canal mayor en Nordelta Río y un desarrollo en el Campo de Golf de La Orquídea en cardales de aproximadamente 500 lotes.
Además, participa en la construcción de Área Beta para Nordelta, un campus educativo y tecnológico con carreras nuevas y espiritu emprendedor diseñado para atraer universidades, startups y empresas techie. “Será como una especie de ‘Lollapalooza’ de la educación, donde confluyan la academia, el emprendimiento y la tecnología en un mismo espacio”, finaliza Argerich.
Temas
Conforme a los criterios de