Hace unos días, Clarín difundió los preocupantes datos de una encuesta de la Liga Antidifamación (ADL), según la cual, mientras en Argentina la población mayor de 18 años creció 20% en la última década, el número de adultos con prejuicios hacia la colectividad judía se elevó 88%. No se pudo aventurar -ni en esas líneas ni en el propio sondeo- que la realidad hablaría por sí misma tan rápidamente como lo hizo. Fue en la red X, en la forma de una catarata de expresiones abominables, en las que el contrapunto más liviano, curiosamente, aludió a un viejo debate que linda con los estudios en patronímicos y onomástica: si la doble N -en este caso, de Hartmann- es señal o no de origen judío.
Mucho menos ambiguo es el apodo de quien lanzó la primera piedra, en esta seguidilla de repercusiones de la nota. La persona publicó en la red X una captura donde se pueden ver el logo de Clarín, el título de la nota sobre antisemitismo y una afrenta directa a quien lo firma, con doble subrayado en amarillo bajo el nombre y apellido de esta cronista. La persona en cuestión se esconde bajo el rótulo Nunca un González viejo!
Hay dos detalles simbólicos que, es cierto, se podrían dejar de lado. Mejor no. El primero -capaz una desafortunada coincidencia- es que el comentario de esta persona fue publicado el 18 de enero, justo en el décimo aniversario del irresuelto crimen de Alberto Nisman, el fiscal a cargo de la investigación de la voladura de la AMIA.
El segundo invoca otro hecho histórico dramático, y es el uso (premeditado o no, da igual) del amarillo sobre negro en el doble subrayado de Hartmann. Justo amarillo intenso, como el de la telas en las que se recortaban las estrellas que el nazismo obligó a usar en la ropa a los judíos, durante la Segunda Guerra Mundial.
En el centro de esas estrellas se leía, bordada, la palabra “Jude”, un ícono de la segregación y estigmatización. Los judíos se veían obligados a subrayar su presencia con esas estrellas, imitación del símbolo hebraico sagrado conocido como Maguén David, que literalmente significa “escudo de David”, aunque se lo suele llamar “estrella de David”.
Al cierre de esta nota, 314.000 personas habían visto la imagen publicada por Nunca un González viejo! O sea, la captura de la nota con la identidad de esta cronista doblemente subrayada en amarillo.
Generó 10.000 “me gusta”, 577 retuits y 83 comentarios. Estadísticamente pobre para los estándares de la red, propiedad del controvertido Elon Musk. Y, sin embargo, intenso.
De esos comentarios, se destaca uno que a través del recurso del arrobado, llamó la atención de quien escribe. El firmante es Brandon Cujcuy y su comentario solo constó de una palabra que el diccionario no registra. Sin embargo, el símbolo de “fuck you” incluido en la publicación desambigua todo el asunto: no son rosas.
“Cerota”, es la palabra, justo antes del dedo mayor alzado. En países como México, ese término hace las veces de insulto, similar a “caca” o “mierda”. La RAE arrima el bochín en esa dirección, si uno acepta que “cerota” podría ser una deformación femenina con matiz adjetival del sustantivo “cerote” (de cera). Partiendo de esa premisa, las cinco acepciones de la Real Academia Española resultan iluminadoras.
La primera define cerote como “mezcla de pez y cera, o de pez y aceite, que usan los zapateros para encerar los hilos con que cosen el calzado”. La segunda, como un coloquialismo para definir “miedo”. La tercera, especialmente usada en países de Centroamérica (el firmante es guatemalteco), es “excremento sólido”. La cuarta “ofensa o insulto”. La quinta, “suciedad acumulada en algunas partes del cuerpo”.
Alemán o judío: el estéril debate de la doble N
De la chorrera de insultos antisemitas bajo el posteo del inolvidable Nunca un González viejo! se destaca también un debate acalorado. Los participantes buscan un saber que no tienen ni tendrán: algo así como “instrucciones para detectar un judío”.
Todo gira en torno a la doble N y pueden resumirse dos bandos: los que ven una judía firmando una nota sobre antisemitismo y los que, en tono admonitorio pero sin dejar de lado su cuota de antisemitismo, se prestan a “salvar” a la autora del texto, aduciendo su origen germánico. Usan frases como “¿no saben que la doble N es de origen alemán, idiotas?”
Están, claro, los más exigentes, como un usuario llamado AGAF que apunta lo siguiente: “El apellido Hartmann es germánico. Uno de los pilotos de guerra preferidos de Hitler tenía ese apellido”. “Agarrá los libros, que no muerden”.
En los dos casos, la doble N es planteada como un rasgo heredado que signa una condición y, sin dudas, cierto destino trágico. En escala tuitera, el intercambio recuerda la impronta nazi que se llevó puestos a seis millones de judíos durante el Holocausto. Habían arrancado igual, con eso de estipular los parámetros físicos (rotulados como “científicos”, a través de la propaganda) para delimitar cierto origen étnico, facilitar la persecución y justificar la posterior exterminación.
Otros mensajes publicados fueron más esperables. Critican la nota y a quien la firma aludiendo una “victimización” judía. También están los que aprovechan la encuesta de ADL para reconfirmar teorías conspirativas: los judíos no solo dominan los medios de comunicación sino que van por el mundo entero.
Mucho más llamativas son, en este contexto, las alusiones al Presidente Javier Milei, y su declamada defensa de la comunidad judía. Lo ridiculizan con memes y fotos que ilustran su conmoción junto al Muro de los Lamentos.
Antisemitismo y discursos de odio
En el ping pong de la doble N no faltan las apuradas. Por ejemplo, la de un tal Joan, que en alusión al antisemitismo en alza reportado por Clarín, enseña: “O son semitas o son argentinos, primero que se definan y después vemos si hay un ‘aumento’”.
Habría que sumar las lecciones de El pibe (Factos): “Lamentablemente las peores personas que conocí en mi vida son judías. Dato, no opinión”. Y del proactivo Oso 22xT, que intervino con esta propuesta: “Estamos siendo tibios, hay que ser antisemita de verdad”.
La cosa escala a medida que se despliegan las respuestas a Nunca un González viejo! “Juds de mierda”, sentencia un tal Pablo. En letras capitulares, Felipe (El Flipo Rey) arroja “SON UNA PLAGA”.
Luego, siguen posteos del tipo “el problema es que faltan jabones”, en alusión a la leyenda de que el ejército nazi los fabricó a partir de la grasa capturada tras hervir cadáveres de judíos masacrados.
Y repentinamente aparece un tal Jean Valjean intentando poner paños fríos: “Muchachos se les esta yendo de las manos”. Bien, no le va.
En cambio, aparece una pregunta retórica formulada por el usuario Cirnono. Es un interrogante inquietante. Calza bien en la arena discursiva del odio, que en estos días goza de presentismo intachable de parte de muchos funcionarios locales de primera línea que, cómodos en ese coliseo decadente, abandonaron los valores de libertad: eso de que ser libre es poder ser y expresarse íntegramente, respetando la libertad e integridad de los demás.
Brutal y sencillo, Cirnono lo dijo: “¿Y cuál es el problema del antisemitismo?”.
PS