Unas palabras sobre el régimen del FMI y la potencia de la lucha

Sabemos del crecimiento del movimiento social en los últimos meses. Los signos de declive del gobierno son claros. En las elecciones es probable que variantes conocidas puedan representar la ilusión de debilitar al Gobierno. Pero las elecciones son un episodio dentro del crecimiento de un movimiento que tiene sus sectores avanzados que ponen el cuerpo en la calle en cientos de movilizaciones en todo el país, con los sectores más destacados como los heroicos jubilados y la izquierda que vienen hostigando sin cesar a Bullrich y a su represión desquiciada.

En este movimiento dinámico hay ideologías políticas en diálogo, el de la remera con la cara de evita se da una mano con el de la pechera trotskista a la hora de enfrentar a los perros guardianes del estado. Pero, dado que el movimiento es muy amplio hay incluso mucha gente que está esperando una representación alternativa a este gobierno, una que le pueda ganar, que sea parte de un aparato que, se supone, pueda ser gobierno. Piensan que nada puede ser peor.

Pero las elecciones son solo una estación del tren, genera ilusiones, ¿cómo no? Pero la experiencia de sentirse parte de un movimiento que sale a la calle, incluso en quienes no hayan salido, sentirse parte, eso no cambia.

Ahora bien, ¿adónde va el movimiento social? ¿Es capaz de reconocerse como tal y decidirse a incidir como movimiento, no canalizado por los mismos partidos que repetidamente solo han estafado el voto de millones?

Ese es el desafío que enfrenta este bloque social emergente. Pensar horizontes no pensados es la opción más realista, aunque digan lo contrario. ¿O es realista pensar que el mismo personal político que hundió en la miseria a la gran mayoría de la población tanto el macrismo o el mismo Partido Justicialista esta vez sí va a cambiar el rumbo, ésta vez recapacitaran? Mejor no tropezar de nuevo con la misma piedra.

Y en esos horizontes nuevos, es necesario pensar con cuantas fuerzas contamos. Empecemos por un elemento, que creemos el más fuerte, el 10 de abril es el paro de la CGT. Probablemente como suele hacer el grupo que conduce la central garantice lo menos posible el paro, lo justo y necesario. Ahora bien, permitamos a nuestro pensamiento imaginar un paro donde no se mueva un solo camión de soja, donde los bancos, la bolsa y demás antros del capital queden sin energía eléctrica por acción de los trabajadores de las empresas de energía bloqueando así sus especulaciones, donde la policía y sus motos del mal no puedan cargar nafta por paro y bloqueo total de todas las estaciones de servicio, que no salga un solo barco, un solo avión, todo quieto, se puede seguir por miles de ejemplos a lo largo y ancho de la extensa clase obrera. Ahora, imaginemos que ese paro dura primero dos días, después tres y se incrementa hasta lograr las reivindicaciones planteadas. Imaginemos entonces la potencia de una huelga general.

Sumemos al cuadro de nuestra imaginación la articulación con las numerosas fuerzas sociales que el propio gobierno se dedicó a general durante su corto mandato, tendremos así una fuerza descomunal desatada. Además, si todos salimos a la calle, ¿qué hacen los soldaditos de la ministra? Solo algo así se puede arrancar reivindicaciones al régimen de los políticos del Fondo contando oficialistas y oposición domesticada. Ante la prepotencia de un FMI incuestionable, irresistible, determinante, no hay medias tintas, la única respuesta es la contundencia, no hay lugar para tibiezas o tímidas renegociaciones.

Una fuerza tal no se organiza de manera espontánea, la preparación es minuciosa y la izquierda revolucionaria es la única capaz de proponer una estrategia de tales dimensiones que articule los engranajes necesarios en lugares de trabajo, en asambleas, en escuelas, facultades, entre los jubilados, en todos los lugares desde los cuales crece la bronca y la movilización.

Ante el modelo del votante pasivo e indignado que solo posee la posibilidad de un día introducir su sobre en una urna para ser defraudado en un loop eterno hace falta desplegar la fuerza social para romper los marcos del posibilismo y poner en primer plano las necesidades reales de la población que son más importantes que el ánimo de cualquier mercado o la estabilidad de cualquier gobierno antipopular como el actual y los anteriores.

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