La verdadera reforma no está en los algoritmos

Cuando escucho hablar del impacto de la inteligencia artificial (IA) en la educación, no puedo evitar imaginar a una maestra o maestro preguntándose si esa tecnología podrá algún día percibir el brillo en los ojos de sus estudiantes cuando finalmente logran comprender algo que les resultaba difícil, o sustituir el abrazo que los reconforta tras un mal día. La IA es fascinante, sí, pero la auténtica revolución está en la enseñanza, en la mirada atenta y la palabra oportuna de quienes dedican su vida a educar.

En Argentina, los desafíos son urgentes. La agenda de incorporación de tecnología en la educación avanza a un ritmo más acelerado que el de la capacidad de los sistemas educativos de formar a sus docentes, y esa es sólo una parte del problema. El país exhibe una ratio de 25 estudiantes por docente capacitado en primaria, una de las más altas de la región, lo que refuerza la urgencia de sumar maestros y mejorar sus competencias. Por si fuera poco, presenta el salario más bajo (USD 516) respecto a las demás naciones de América Latina.

Estos datos surgen del “Informe mundial sobre el personal docente: afrontar la escasez de docentes y transformar la profesión”, publicado por la UNESCO, en el que también se afirma que para garantizar la matrícula universal en primaria y secundaria de aquí a 2030, nuestra región necesitará 3,2 millones de docentes adicionales —de los cuales 2,8 millones corresponderán a reemplazos por abandono y 0,3 millones a nuevas contrataciones—. Al mismo tiempo, hoy solo 4 de cada 10 países tendrán suficientes maestros para primaria, y ese porcentaje cae a menos de 1 de cada 5 para secundaria si no actuamos con decisión.

Habitamos un tiempo marcado por la incertidumbre. Por un lado, existe la urgencia de construir un mundo más sostenible, es decir, de cubrir las necesidades actuales sin comprometer a las generaciones futuras, manteniendo el equilibrio entre el desarrollo económico, el cuidado del medio ambiente y el bienestar social. Por otro lado, está el temor de que la IA, o cualquier otra tecnología, pueda reemplazar a los docentes, en un contexto de caída del prestigio de la profesión. Todo esto dibuja un panorama desalentador.

Un llamado desesperado a la acción. ¿Qué podemos hacer para no perder el amor a la enseñanza en un contexto tan desafiante? ¿Pueden los y las docentes ser los embajadores de la sostenibilidad? Estas preguntas fueron las que nos llevaron a iniciar un trabajo conjunto entre Learning by Helping y UNESCO, que se materializó en la primera edición de nuestra Certificación Docente en Innovación Social para el Desarrollo Sostenible. Así, trabajamos juntos para convertir el dolor en acción.

En esa primera instancia, más de 5.000 educadores de Argentina, Chile, Colombia, Ecuador, México, Uruguay y otros países de América Latina se formaron utilizando una metodología que permite crear soluciones a problemas reales, partiendo de conocer profundamente su contexto y las problemáticas que lo atraviesan, empatizar con su comunidad y diseñar proyectos de manera colaborativa.

El compromiso que asumimos -y que seguimos asumiendo- es altísimo. Como señaló Zelmira May, Especialista en Educación de la UNESCO: la formación de nuestros docentes es fundamental y el tiempo que dedican a mejorar es invaluable. No podemos fallarles.

Nos enorgullece saber que esta propuesta no solo ha potenciado la forma de enseñar, sino que ha permitido que docentes con más de 20 años de trayectoria se enamoren nuevamente de su profesión o que otros sintieran el impulso para liderar proyectos que aporten al Desarrollo Sostenible, aún cuando los contextos no son los mejores. Los resultados nos demuestran que la llama de la pasión está más presente que nunca, y que es promover espacios que ayuden a encenderla aún más.

Por esa razón, en 2025 renovamos nuestro compromiso y alianza con UNESCO. En junio se lanza la convocatoria para la segunda edición de la certificación. Es clave llevar la educación para la sostenibilidad a todas las aulas del planeta. Juntos seguiremos construyendo un movimiento educativo que no se detiene.

Es un llamado de atención en un contexto donde algunos gobiernos están relegando la agenda de sostenibilidad, es clave mantener vivas las iniciativas que forman a quienes hacen posible el cambio. Los docentes que formamos el año pasado hoy cuentan con más herramientas —desde la gestión de equipos hasta la evaluación de impacto social— para transformar a sus escuelas en agencias de cambio.

La docencia tiene que convertirse en una profesión altamente colaborativa, con énfasis en la reflexión, la investigación, la creación de conocimiento y la innovación. Y aquí es donde radica el cambio, en las metodologías para promover un cambio positivo. Por esa razón, estamos convencidos de que el camino está en utilizar los recursos que tenemos a disposición para llevar lo humano a su mejor expresión.

Porque la revolución educativa no está en los algoritmos: está en la pasión y la mirada de quien enseña. Y esa, queridos colegas, nunca la podrá replicar una máquina.

*Tomy Megna es Director Ejecutivo de Learning by Helping

por Tomy Megna

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