Cómo sigue River tras un Mundial que expuso errores estructurales

26/06/2025 16:46hs.

Pasó el Mundial de Clubes para River y después de una eliminación que en términos de juego pudo haber resultado injusta, porque el equipo hizo los méritos como para clasificar ganándole a Rayados en Los Ángeles, lo que deja esta súbita vuelta a Ezeiza es un análisis más profundo.

La contundencia contra Urawa Red Diamonds aun sin un funcionamiento acabado, el protagonismo y las situaciones ante los mexicanos y el corazón y el honor para jugarle de igual a igual mientras estuvo 11 versus 11 al finalista de la Champions League: es una parte del vaso lleno que hace rato ya no llega siquiera a la mitad y que, en escala, se ve más borroso hora tras hora en comparación con los daños estructurales que afectan al fútbol del CARP. Problemas patológicos que quedaron crudamente expuestos, desabrigados de cualquier maquillaje, en este Mundial.

Fue llamativa una declaración de Gallardo durante la estadía de River en Seattle en la única entrevista que concedió: dijo, el Muñeco, que hoy no tiene jugadores para presionar como en los mejores momentos de sus equipos. Once meses y más de u$s 50.000.000 después, la frase debiera leerse mucho más como una autocrítica que como un análisis de situación.

Las disculpas ofrecidas por el Muñeco (Marcelo Ferreiro).

Tiene razón, MG: en todo caso, falló esa lectura cuando ejecutó el rearmado de su plantel. Se puede hacer una disgregación en el punto de la presión, sí. No están los futbolistas para presionar como en los viejos buenos tiempos y quedó expuesto en esta competencia: fue alarmante que hasta el equipo japonés sorteó fácil esa primera línea de defensa de River, que tuvo unos buenos minutos contra Inter pero fundió rápidamente y que ante Monterrey debió corregir y retroceder unos metros durante el primer tiempo porque con la conducción de Sergio Ramos los de Torrent salían limpio por abajo y dejaban al CARP desnudo y mal parado.

Hace un par de meses Guardiola dijo en una conferencia de prensa que cuando llegó a la Premier League a su Manchester City le alcanzaba con hacer dos movimientos de presión para que, sin tanto esfuerzo, los rivales dividieran la pelota, pero que hoy todos los equipos trabajan mucho mejor la salida y se les hace mucho más difícil apretar arriba como antes, que tienen que ensayarlo más y mejor: a River le pasa algo parecido.

Quedó desnudo en muchos pasajes de este Mundial que, una vez superada esa presión, la segunda barrera que ponía el CARP para recuperar la pelota era en su propia área. De alguna manera, en resumen, las ideas de Gallardo no parecen hacer match con sus propios futbolistas (y tal vez incluso tengan que evolucionar, porque el fútbol también evoluciona) y eso hoy, un mercado y medio de pases después de su regreso, es responsabilidad suya.

Por eso seguramente pensó en Salas, claro. Pero deberá pensar en muchas cosas más el Muñeco para relanzar un plantel que es un oxímoron en sí mismo: está lleno de jugadores pero no tiene casi ninguna variante. Hace rato que los bancos de suplentes no parecen tener ninguna solución para mejorar a los titulares: hay un staff mastodóntico que tiene que ser revisado en términos de rendimiento, en términos presupuestarios y también en términos de promedio de edad: la de River (27,85) fue, con la de Monterrey (27,86), la delegación más longeva de este Mundial de Clubes entre los 32 equipos que participaron y la de mayor número de jugadores +30 (15). El “reoxigenarnos” al que invocó el entrenador en su última conferencia deberá incluir una renovación de sangre, piernas menos gastadas.

Y es que el mejor momento de la mayoría de las figuras que tiene a disposición Gallardo ya pasó y la política de mercado de repatriar a las glorias del ayer no suma casos de éxito: volver a sacar un álbum de estudio para una banda que lleva varias temporadas lanzando compilados de sus greatest hits es a esta altura una obligación. E implicará agudizar el scouting para crear nuevas figuras que le muevan el tablero a un plantel diagramado con nostalgia, con nombres pero sin actualidad.

Precisión para ajustar y potenciar

River y la necesidad de oxigenarse, ya sin Mastantuono (REUTERS/Agustin Marcarian).

Es muy difícil de explicar que a un conjunto reforzado con más de 50M, con 34 jugadores y una masa salarial arriba de los u$s 77.000.000 anuales se le caigan un par de futbolistas por lesión y ya no tenga más opciones que utilizar ante el subcampeón de Europa a un Matías Kranevitter que en los últimos dos años y medio nunca logró regularidad física ni futbolística, que no jugaba como titular desde marzo, y luego a un juvenil como Giorgio Costantini, que no llegaba a los cinco minutos oficiales en Primera. O que ante la lesión de Driussi ya no haya otra opción más que terminar dependiendo de un Miguel Ángel Borja cuya ecuación futbolística se sabe que da error hace muchísimo tiempo para River, sobre todo en los partidos decisivos (y vaya si estos lo eran).

Por lo demás, el armado del plantel no solo está lleno de grietas sino que llegó a este punto inconvenientemente desfasado en el orden contractual: ofensivamente, el equipo apostó plenos a un Borja que va camino a quedar libre en seis meses y que tiene a su círculo empezando a negociar con distintos clubes y especialmente a un Mastantuono que jugó ya vendido a los 17 años y que 24 horas antes de que River se jugara la vida contra el Inter declaraba públicamente acerca del sueño que será jugar en el Real Madrid.

Por detrás, hay una masa de nombres a los que se les vencen los vínculos en diciembre y que, salvo por un Colidio que renovará en estos días, en su mayoría ya empieza a verse fuera del club, así como sabía en enero Federico Gattoni que se iría a mitad de año.

Es, desde ya, un escenario inoportuno pensando en lo que viene inmediatamente, en una Copa Libertadores que así las cosas queda demasiado lejos, sobre todo con equipos brasileños en el horizonte (Palmeiras llegará en cuartos si el CARP pasa a Libertad) que ratificaron en Estados Unidos que están a otro nivel competitivo.

Un objetivo a perseguir que necesitará trabajo

La gente en el Lumen Field cantó por la Libertadores (REUTERS).

“Quiero la Libertadores”, cantó una multitud en Seattle cuando los jugadores dejaban el campo y el Mundial. River está en deuda con su gente, una deuda que va subiendo dramáticamente con el tiempo como la argentina con el FMI: más de 40.000 hinchas llegaron hasta aquí, al lado de Canadá, a la sede más remota posible, en lo que fue la convocatoria y la muestra de amor más impactante de todo este torneo por lejos (literalmente, lejos) en cantidad, en distancia, en esfuerzo económico.

Miles y miles de kilómetros y de dólares, de horas, de escalas tuvo el grueso de los integrantes del colectivo riverplatense, que en mayor medida llegaron para los últimos dos partidos y a los que, en contraste, el equipo no les regaló ni siquiera la posibilidad de gritar un gol.

Es demasiado poco para demasiado amor. Para un movimiento popular que desde hace rato solo es feliz por y gracias a Boca, por los duelos mano a mano o por las desventuras boquenses. Lo cierto es que con otro estilo, con un contexto más amable, absuelto del impacto de no jugar la Copa Libertadores por segundo año consecutivo o de no haber podido ganarle a equipo semiprofesional, entre otras cosas, los caminos de River en el último tiempo casi siempre terminan en el mismo lugar que los de su clásico rival. Y eso habla bastante más de River que de Boca.

Algo tiene que cambiar rápido.

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