El último adiós a Mario Mactas fue tan particular como su estilo. El periodista, escritor y figura clave de la cultura porteña falleció el viernes a los 81 años y su velatorio se realizó el sábado 12 de julio en la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, un espacio que supo frecuentar no desde la política, sino desde la palabra.
Su familia eligió homenajearlo con sobriedad, sin estridencias ni despliegues mediáticos, en una despedida que estuvo marcada por la emoción de los más cercanos. En el salón Presidente Perón, en el segundo piso del edificio legislativo, se reunieron sus seres queridos, algunos colegas y compañeros de ruta, y varios empleados del canal donde trabajó durante tantos años.
“No fue un velorio lleno de famosos, pero sí de afecto”, dijo una persona presente. Entre los asistentes estuvieron su pareja, sus hijos y amigos del periodismo gráfico y radial. No hubo cámaras, ni flashes, ni discursos rimbombantes. Fue un adiós íntimo, respetuoso, en línea con el perfil bajo que Mactas supo cultivar, incluso en sus momentos de mayor exposición.
Tras el velatorio en la Legislatura, en la mañana del lunes 14, el cuerpo fue trasladado al Cementerio de la Chacarita. Allí se celebró una misa privada, sin protocolo oficial ni personalidades del espectáculo. Luego, siguiendo los deseos de la familia, Mario fue cremado. El acto se desarrolló en completo silencio, solo con la presencia de los más allegados. Ni una cámara, ni una entrevista, ni un móvil de televisión.
UNA CEREMONIA ÍNTIMA EN CHACARITA
El contraste con otras despedidas del medio fue notorio. Mactas, conocido por su pluma filosa y su tono melancólico, eligió (o su familia eligió por él) un final sin reflectores. “Fue todo muy sencillo, como él”, aseguraron.
No hubo comunicados oficiales ni homenajes multitudinarios, aunque en redes sociales las muestras de cariño no se hicieron esperar. Muchos periodistas y ex compañeros, desde Luis Majul hasta Romina Manguel, compartieron palabras sentidas sobre su legado.
La despedida de Mactas dejó en claro que el prestigio no siempre va de la mano con el ruido. Dueño de una carrera impecable, trabajó en televisión, radio y gráfica durante más de cinco décadas, y fue uno de los grandes referentes del pensamiento libre en los medios. Su estilo particular, que mezclaba ironía, ternura y una visión aguda del mundo, dejó huella en generaciones.
Hoy, sus libros, sus columnas y su voz quedan como testimonio de una figura única. Y su despedida, sin flashes ni alfombras rojas, parece haber sido el reflejo más fiel de su esencia.