El negocio del gol: fútbol y algoritmos

El Mundial de Clubes 2025 operó como un catalizador de transformaciones profundas en el ecosistema audiovisual global. Lejos de ser una simple competencia deportiva, funcionó como un banco de pruebas mediático y tecnológico que anticipa la arquitectura del entretenimiento en la era de la convergencia. A un año del Mundial de selecciones en Estados Unidos, Canadá y México, la FIFA ensayó un modelo de espectáculo total: multipantalla, hiperconectado, intensamente monetizado y sin fronteras.

En Argentina, el evento disparó cifras inéditas. El partido entre Boca Juniors y Benfica del 16 de junio promedió 31,4 puntos de rating en Telefé con un 82% de share: ocho de cada diez televisores encendidos eligieron ese canal. Fue el pico de una tendencia sostenida: todos los encuentros de Boca y River superaron los 20 puntos, incluso en horarios marginales.

Audiencia

Este éxito en la TV abierta convivió con un fenómeno digital de escala creciente: MiTelefé —plataforma gratuita y sin registro— concentró entre 400.000 y 600.000 usuarios únicos por partido. Las mediciones de Disney+ y DirecTV Go no fueron divulgadas, pero se estima que la cobertura de pago tuvo una penetración significativa en sectores urbanos de clase media alta. En paralelo, DAZN —titular global de los derechos— multiplicó sus instalaciones en Argentina durante el torneo, aunque evitó publicar datos concretos. Aunque informalmente las fuentes consultadas hablan de decenas de miles.

«La industria mundial del deporte está experimentando una evolución estimulante, ya que los deportes en directo siguen creciendo y extendiéndose a todos los ámbitos de los medios de comunicación. Los datos de nuestro Informe Global de Deportes 2025 iluminan precisamente las oportunidades que existen para estos socios a medida que el atractivo mundial del deporte en directo, especialmente con los grandes eventos deportivos mundiales en el horizonte, gana aún más impulso», explica Jon Stainer, Director General Global de Nielsen Sports.

El informe señala que el fútbol, como deporte más popular del mundo, presenta una oportunidad irresistible para profundizar en el compromiso e impulsar el retorno de la inversión. Con un 51% de aficionados en todo el mundo, el fútbol supera con creces a todos los demás deportes, con notables variaciones regionales, como México, con un 64% de aficionados, y 62 millones de seguidores sólo en Estados Unidos, lo que lo convierte en el cuarto mercado mundial.

Competencia

El Mundial de Clubes, que reunió a 32 equipos de seis confederaciones por primera vez en un formato extendido, fue también un fenómeno global de consumo masivo. Según cifras parciales de Nielsen y Conviva, las transmisiones llegaron a más de 180 países con picos de 1.500 millones de minutos visualizados en plataformas digitales durante las dos semanas del campeonato.

En Brasil, España, México, Egipto, India y Japón —todos con equipos participantes— se registraron también niveles de audiencia históricamente altos. El fútbol de clubes, que tradicionalmente había sido un producto regional, fue reconfigurado como espectáculo mundializado con una lógica más cercana a los Juegos Olímpicos o los mundiales de selecciones.

Esto no ocurrió por accidente. DAZN desembolsó u$s 1.000 millones por los derechos globales del evento, con financiamiento del Fondo de Inversión Pública de Arabia Saudita, en una operación que trasciende lo deportivo. Bajo un modelo denominado por el analista Marcelo Gantman como “blend de derechos”, DAZN dejó atrás la lógica de exclusividad tradicional y articuló una red de sublicencias que combinó TV abierta, cable, streaming por suscripción y OTT gratuitos. En Argentina se vio con nitidez: coexistieron Telefé (abierta), DirecTV (cable), Disney+ Premium (OTT paga) y DAZN (freemium), una sinergia inusual que permitió abarcar todos los niveles de la pirámide digital.

Ecosistema

La lógica no fue solo de maximización de audiencias, sino de construcción de ecosistema. DAZN se posicionó como un nodo articulador de contenidos y un regulador informal del acceso: definió ventanas, formatos, restricciones geográficas y precios, convirtiéndose en algo más parecido a un regulador transnacional que a un simple broadcaster. El fútbol se vio en el televisor del living, en la pestaña escondida del navegador de oficina y en el celular en el colectivo. No hubo horario ni dispositivo que quedara por fuera.

En términos publicitarios, el torneo dejó señales claras del nuevo orden económico. En un monitoreo de 14 partidos se registraron 508 interrupciones comerciales: 310 fueron avisos de marcas y 198, promociones internas de contenido. Telefé fue el mayor receptor de publicidad tradicional, con 98 spots; DAZN en su versión gratuita lideró las autopromociones (102), promoviendo contenidos y paquetes premium. Pero el dato más elocuente fue el tipo de anunciante: tres de cada diez comerciales correspondieron a casas de apuestas online, que impusieron un tono agresivo, emocional y personalizado. El fútbol ya no se limita a ser observado: ahora debe ser interactuado. La fidelidad pasiva cedió lugar a la participación rentable.

Esta simbiosis entre fútbol y apuestas —con fuerte inserción en redes sociales, Twitch, influencers y avisos programáticos— avanza más rápido que las regulaciones. En Europa, Francia y Alemania debaten endurecer las leyes. En Argentina, pese a los avances normativos locales, el marco legal sigue siendo fragmentario y con escasa capacidad de fiscalización.

Ensayo

Lo que está en juego no es solo la ética del deporte, sino el modelo financiero del espectáculo: uno cada vez más dependiente de industrias adyacentes, de riesgo y poco transparentes.

El Mundial de Clubes no fue una anomalía, sino un anticipo de lo que se viene: Mundial 2026, Copa América, Champions League, Juegos Olímpicos. En todos ellos, la cobertura será simultánea por múltiples plataformas, con integración vertical de contenidos, fuerte peso del modelo freemium y centralidad absoluta de la publicidad contextualizada e interactiva. Pero también hay zonas grises.

En definitiva, el torneo fue una metáfora expandida de la mutación mediática del deporte. Donde antes había una señal oficial, ahora hay un enjambre de ventanas; donde antes el rating era el único termómetro, ahora importan views, retención, rebotes y tiempo medio de permanencia. Donde antes el Estado concedía derechos de emisión, hoy lo hace un fondo soberano saudí mediante plataformas algoritmizadas.

En el centro, sin embargo, sigue estando el fútbol. No como juego, sino como mercancía, como relato global y como dispositivo de captura de atención y datos. El desafío es que esa potencia no sea devorada por la codicia extractiva del nuevo ecosistema. La mutación es irreversible. Pero el rumbo todavía es disputable.

por R.N.

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