Montoneros y anarquistas

Paradoja 1: Milei, el líder político promercado, se define como anarcocapitalista cuando el anarquismo se originó como un movimiento de ultraizquierda que rechaza la existencia del Estado mientras el mercado precisa Estado para funcionar.

Paradoja 2: Patricia Bullrich y Diego Guelar, los dos candidatos a senadores por la capital del país, que representan la ultra derecha y la derecha, por lo que quedó del PRO y la LLA, son ex-Montoneros, una organización guerrillera de los años 70 que quería imponer un Estado socialista al influjo de la Revolución Cubana, con las características propias de la cultura nacional.

Paradoja 3: Montoneros apoyó a Héctor Cámpora, el presidente de izquierda que Perón sustituyó pero ahora quienes lo reivindican colocando su nombre a su organización, La Cámpora, son los mayores adversarios ideológicos de Bullrich y Guelar, furiosos antikirchneristas.

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Freud, cuando escribió sobre el narcisismo de las pequeñas diferencias, explicó académicamente lo que el refrán popular simplifica en no hay peor astilla que la del mismo palo. Astilla anarquista (Milei) y astilla montonera (Bullrich, Guelar). Y probablemente estas paradojas de la política argentina reflejen el ADN de parte del sistema y su actores. Milei antes que capitalista es anarquista por lo que, si lo que hubiera fracasado en Argentina hubieran sido gobiernos de derecha, él sería anarquista de izquierda porque su naturaleza esencial se refleja en las palabras con que la Real Academia define el término anarquía: “desorden, caos, confusión, desgobierno”.

Probablemente Bullrich y Guelar, si en 2003 el kirchnerismo los hubiese arropado, presidirían La Cámpora y una hubiese sido ministra de Seguridad de Cristina Kirchner como su emulado Berni, y el otro hubiera sido embajador de Néstor Kirchner. Y la adherencia de ambos a Macri fue el efecto “ambulancia de caídos del peronismo”, lo que resultó el PRO al ampliarse para trascender su vecinalismo. Y como ya dijimos anteriormente: “Los jóvenes que en los 70, disconformes con el sistema democrático, tomaban las armas, por los mismos motivos en 2023 votaban a Milei”.

Esta perspectiva coloca al carácter por arriba de la ideología y explica a partes de los actores más por su psicología que por su historia partidaria. De la misma forma, a los gobiernos que integran explicados más por los instrumentos (aguerridos) que eligen para llevar adelante sus políticas que por el sentido de ellas mismas.

El politólogo francés Gérard Guillerm escribió: “El mileísmo solo existe por esa disruptividad que lo hace único. Sin ello perdería cada día su energía vital. Bajo el disfraz de libertad y eficacia, Milei se complace en sembrar miedo a los demás. Más globalmente, la razón de ser del mileísmo es la exacerbación de una estrategia de agresión permanente. Para él, gobernar es activar la antinomia”.

Los protagonistas de esta columna son anticonsensualistas, creen en la fuerza como motor de la acción y en que el miedo ordena más que el amor.

El primer anarquista, el francés Pierre-Joseph Proudhon, es un eslabón pretérito del marxismo. Quizá por eso los libertarios comparten con el marxismo el supuestamente científico optimismo en el futuro (en realidad metafísico: credo y religión laica): “Haciendo A se llega inexorablemente a B”. Por eso los dos priorizan la dirección que sería correcta a la calidad de la gestión y la práctica de lo real. “Lo importante es la macroeconomía, la microeconomía luego se acomoda sola” (libertario). “Las empresas serán eficientes cuando sean los obreros quienes las conduzcan” (comunismo). Lenin escribió en Estado y revolución: “El Estado es una herramienta de una clase para oprimir a la otra”, lo mismo sostiene Milei aunque los oprimidos sean quienes pagan impuestos.

¿Qué une a los protagonista de esta columna? Que todos son anticonsensualistas, creen principalmente en la fuerza como motor de la acción y en que el miedo ordena más que el amor.

La fuerza como virtud suprema como el anarquismo también es trans-ideológica. En 1995 Umberto Eco publicó Contra el fascismo. Allí describe las 14 características del “fascismo eterno que aún nos rodea, aunque lleve traje de paisano. Puede volver en cualquier momento, aunque se disfrace de las formas más inocuas. Nuestro deber es detectarlo, quitarle la máscara y denunciar en voz alta cada una de sus gestas”. La tercera característica es: “El culto a la acción por la acción, la acción es hermosa por sí misma y debe ser llevada a cabo sin cualquier reflexión previa. Pensar (dudar) es una forma de castración”.

Se le asigna a otro italiano humanista, Pier Paolo Pasolini (1922-1975), haber escrito este poema: “Si no se grita viva la libertad / Humildemente / No se grita viva la libertad / Si no se grita viva la libertad riendo / No se grita viva la libertad / Si no se grita viva la libertad con amor / No se grita viva la libertad / Vosotros, hijos de los hijos / Gritáis con desprecio/ Con rabia, con odio / “Viva la libertad” / Por eso no gritáis “Viva la libertad”.

Finalmente no es el enunciado sino la enunciación: quién lo dice, a quién, en qué circunstancias. El enunciado es interpretado de manera diferente según el contexto, La enunciación es “el acto de habla” que le da sentido a ese enunciado.

Y “el acto de habla” de Milei, como el de los Montoneros, los anarquistas y todos aquellos que no dudan, es el mismo.

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