El estremecedor sonido de una tragedia y el milagro de la mamá y la nena coraje

Martes 21 de enero. Casi las dos la tarde. Pleno verano, calor sofocante. El camión Iveco 490 iba cargado de bebidas. A bordo estaban su conductor, la esposa y la hija de 7 años. Todos de Eldorado, Misiones. El destino era Esquel, en la Patagonia.

«Ori» iba con su tablet, sacando fotos de los árboles, de los girasoles en el campo. Matías De Olivera (35) y Paula Stork (34) tomaban unos mates. El escenario: la ruta provincial 74, en Tandil. Era admirar el paisaje y seguir.

De pronto, a la altura del paraje El Gallo, un Volkswagen Golf asomó su trompa desde un camino vecinal, la calle Don Bosco. De un lado, la tierra. Del otro, el asfalto.

«¡No, no, no!«, gritaron al mismo tiempo Matías y Paula, que zapatearon contra el piso mientras ella agarraba a la nena para protegerla. Pese a los bocinazos y las señas de luz de advertencia, el auto se mandó igual a la carretera.

El VW Golf en el que viajaban los tres amigos.

El sonido del impacto, en el costado izquierdo del Golf, es estremecedor. Lo registró una cámara de seguridad de una casa cercana.

En el Golf iban tres amigos del norte del Gran Buenos Aires que habían viajado a Tandil a pasar unos días de vacaciones.

Las bebidas quedaron desparramadas en la banquina.

Dos de ellos murieron: su conductor, Ignacio Ezequiel Rosales (25), y uno de sus acompañantes, Facundo Martínez Abeldaño (26). Eran de Villa Adelina (San Isidro). El tercer ocupante, Juan Ignacio Chiogna (26), de Carapachay (Vicente López), sufrió traumatismo de cráneo. Estuvo unos días internado, pero se salvó.

El camión volcó sobre la banquina. «No sé qué les habrá pasado, que el conductor decidió tan tontamente hacer ese movimiento y nos impactó del lado izquierdo. Nos fuimos a la banquina y ahí nos encontramos con esa zanja. Veía polvo y polvo. Fueron como tres movimientos bruscos. Hasta parar», recuerda hoy, con esfuerzo, Paula.

El camión Iveco 490 que manejaba Matías De Olivera quedó con destrucción total.

Su marido alcanzó a ser trasladado al Hospital Ramón Santamarina, pero no sobrevivió. Ella y «Ori» sufrieron heridas graves, de las que todavía se reponen.

«Recién me pongo a leer la nota que hiciste del accidente. Es la primera vez que leo algo sobre lo que nos pasó», le confiesa a Clarín vía mensaje de WhatsApp. Prefiere escribir porque todavía no está preparada emocionalmente para un diálogo sobre aquel día del horror que cambió sus vidas para siempre.

Matías De Olivera y su esposa, Paula Stork, en La Bombonera. El camionero murió al chocar con un auto en Tandil.

«Llegué al hospital y me atendieron muy bien. Siempre cerré los ojos y me concentré en escuchar todo, qué me iban a hacer y si escuchaba llegar a Matías. Después entré al quirófano y me durmieron. Tuve luxación de hombro y del codo izquierdo, fractura de radio y de cúbito derecho, heridas en ambas piernas que tuvieron que suturar y neumotórax bilateral», enumera.

Su hija fue alojada en la terapia intensiva del Hospital de Niños Dr. Debilio Blanco Villegas. Se la bancó solita 12 horas hasta que llegó su tía materna desde Zárate, con su marido, desesperados porque nadie les daba información. Dos semanas después, a Paula la trasladaron allí para reencontrarse con la nena.

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El emotivo reencuentro entre una mamá y su hija en un hospital.

«Tuvo heridas varias de vidrios en todo el cuerpo, fractura de húmero, codo izquierdo, cadera y una herida muy grande cerca del codo izquierdo», añade Paula.

«Con Mati viajábamos siempre, desde hace muchos años. Mati heredó la profesión cuando éramos estudiantes universitarios (él chef y yo enfermería), sus padres fallecieron cuando éramos adolescentes y él tuvo que ponerse las pilas tras el volante, ya que era su único sustento y tenía un hermano a quien cuidar y sostener», cuenta la mujer.

Paula Stork, con su hija de 7 años, en el Hospital de Niños de Tandil.

Con el paso de los años, la profesión de Matías terminó siendo la de camionero. Cuando podía, Paula sera «su compañera de aventuras». Luego sumaron a «Ori». Siempre en vacaciones (invierno o verano), recorrían el país con él. «Nunca tuvimos dudas, ni miedos», dice.

En estos últimos años, el hombre se ocupaba de manejar y la mujer, de las tareas administrativas.

El día del horror

Antes de la tragedia, el domingo 19 de enero, habían salido de Eldorado con una carga de maderas. Pasaron por Zárate a buscar su hija, que se había quedado a pasar unos días con su tía Bianca. Descargaron en el puerto de Buenos Aires y el lunes a la noche fueron hasta Chascomús, donde se encontraron con otro camionero que también viajaba con su familia.

El martes 21, temprano, cargaron las bebidas en la fábrica de Villa del Sur. Desde allí partieron para Esquel. Su amigo tenía como destino Bariloche. Ya que estaban, planeaban pasear juntos unos días por el Sur.

La alegría de la nena de 7 años que sobrevivió a un brutal choque en la ruta provincial 74, en Tandil.

«En el trayecto pasamos el cartel de Tandil. Por eso, en el momento del accidente, pensé que estábamos en otro lugar. De repente, Matías vio el auto, estaba la mitad de la trompa sobre la ruta. Metros antes de llegar a estar cerca del auto, muchísimo antes, él enseguida empezó a tocar bocina, a hacer señas de luces y a frenar. Cuando estábamos cerca y Mati trató de desviar hacia el carril de al lado, porque vio que no venía nadie de la otra mano, el auto decidió salir igual a la ruta«, reconstruye Paula.

Y remarca: «Mati hizo todo para que saliera bien. Yo no siento ni odio ni rencor, porque no sé qué pasó del otro lado, además de ser tan jóvenes. Un segundo nos cambió la vida para siempre. Era un Iveco 490, imposible no verlo«.

Tres muertos por un choque en la ruta provincial 74, en Tandil.

«Estaría bueno que se haga hincapié en la conciencia al volante. Ser atento y seguro al maniobrar», subraya.

Segundos después del impacto, afloró un sentimiento de solidaridad que luego también se trasladó al Hospital de Niños y a las comunidades de Tandil y Eldorado.

El emotivo reencuentro de Paula Stork con su hija de 7 años en el Hospital de Niños de Tandil.

«Agradecemos de corazón a esas primeras personas que no pusieron cartones, porque había mucho sol, e hicieron de todo para buscar señal y dar aviso del accidente. Una ciclista que casualmente pasó por ahí era pediatra y enseguida asistió a Ori», destaca.

Su esposo respiraba: «Mati estaba con vida cuando nos separaron. Rescataron a Ori, después a mí, y ahí no lo vi más. La chica que nos auxilió me advirtió que tenía una herida grande en la cabeza, pero nunca imaginé que no iba a poder…».

La recuperación de la nena de 7 años que sobrevivió a un choque brutal en Tandil.

A la mujer tuvieron que sacarla dentro de los hierros retorcidos del camión, que quedó con destrucción total. «Cerré los ojos y traté de concentrarme en estar bien. Como Tandil tenía adoquines en las calles, tenía mucho movimiento la ambulancia. Yo pensaba que era un camino de tierra y estábamos en un pueblo».

Ahora Paula está «en la lona». No solo por el dolor de haber perdido a su pareja. También porque el camión era su sustento. «No tenemos ingresos. Nosotros vivíamos de eso y ya no tenemos nuestra empresa. Perdimos todo«, dice. El día a día no solo incluye los gastos para vivir, sino también los costos de la rehabilitación (médico, remedios, etcétera).

La impresionante imagen del camión Iveco 490 que manejaba Matías De Olivera: se ven el tablero y el volante.

Sus amigas y los amigos de Matías en Eldorado apelaron al espíritu solidario: hicieron una rifa y una colecta para cubrir los gastos mientras estuvieron en Tandil, para trasladar los restos de la víctima y el camión.

«Hay momentos que uno se cansa de sentir tanto dolor, pero bueno, es la que nos toca», se resigna Paula sobre lo que atraviesa hoy a nivel físico por las lesiones sufridas. Pasó un mes en dos hospitales y la recuperación será larga, como la de su hija, a quien la trataron durante 15 días con el sistema de Cierre Asistido por Vacío (VAC) para que una profunda herida en el codo izquierdo cicatrice más rápido.

Quién era Matías De Olivera

Antes del Iveco, De Olivera manejaba un MAN noventoso, que era de su papá, conocido como «Tiburrillo», un apodo que le quedó también a él.

En octubre del año pasado habían conocido La Bombonera. Matías era un bostero enfermo. Cumplieron ese sueño cuando «Ori», que juega al básquet, fue a un partido con los «xeneizes».

Matías De Olivera y su esposa, Paula Stork, con su hija.

Paula recalca que los perros que la visitaron en el hospital y en una casa de Tandil tuvieron mucho que ver con la recuperación de su hija. La iniciativa es de Teresa Lanusse, veterinaria, «coach multiespecie» y especialista en intervenciones asistidas por estos animales.

El amigo camionero de la pareja se enteró del desastre horas después. Se había adelantado en el camino. Habían quedado en encontrarse en un punto en común para cocinar y comer juntas las dos familias. «Pensaron que rompimos el camión, esperaron un poco más hasta que se desesperaron y empezaron a preguntar a otros amigos, y ahí ya les fue llegando la noticia», relata Paula.

La alegría de la nena de 7 años que sobrevivió a un brutal choque en la ruta provincial 74, en Tandil.

Madre e hija pudieron regresar a Eldorado después de un largo mes. La nena empezó las clases. Va a tercer grado. Paula tiene siempre cerca a sus incondicionales, sus tres hermanos (Miguel, Bianca y Matías) y su mamá (Juana).

Ninguna de las dos pudo ir al sepelio. Decidieron cremarlo. «Ori por el momento quiere que esté con nosotros«, se emociona una vez más Paula, que vuelve a resaltar el coraje de su hija: «Una nena de 7 años bancándose todo. Por suerte es una valiente y pudo ponerle garra y salir. Estar bien… sin su papá, pero bien. Todo los días me marca el camino».

El camión ya fue trasladado a Misiones.

EMJ

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