Julio Bocca, entre el desafío y las diferencias de criterio con los bailarines: «Quiero que el Ballet del Colón esté entre las mejores compañías del mundo»

Comienza la temporada del Ballet del Colón y como cada vez que ocurre este acontecimiento bullen las salas de ensayo de la compañía, suena la música, los bailarines van y vienen. Sin embargo, algo cambió este año: el famoso bailarín Julio Bocca -que durante siete años dirigió el Ballet del SODRE de Montevideo- remplazó a Mario Galizzi en la conducción de la compañía.

Carmen, coreografía de Marcia Haydée, es el título elegido por Julio Bocca para abrir la temporada 2025 el sábado 5 de abril. Él mismo está al frente de los ensayos, junto con Luis Ortigoza, maestro del repertorio y con la propia Marcia Haydée que llegó a Buenos Aires hace diez días y a sus 87 años es una verdadera dinamita.

-¿Cómo es hoy la situación del Ballet del Colón?

-Quiero ser cuidadoso con lo que contesto porque no querría que se tome parcialmente lo que digo, o la manera en que lo digo. Estamos trabajando bien: empezamos la clase diaria a las 10 de la mañana, que termina a las 11 y 20 -la alargué un poco-, después un descanso y a partir de allí, con otras pausas, seguimos trabajando y ensayando hasta las 5 de la tarde.

-¿Siete horas entonces? (un punto que había discutido el Ballet era no extender más de siete horas la jornada de trabajo)

-Sí, son siete para los que toman la clase de la mañana, porque no todos los bailarines lo hacen. A los que vienen a la clase, se les paga un extra.

No alcanza sólo con talento

Dueño y señor. Julio Bocca considera que el bailarín debe tener compromiso y afán de superación. Foto. Ariel Grinberg

-¿Tu idea es que en una compañía de ballet las clases diarias sean obligatorias? Porque de hecho, un bailarín que no se entrena con sus compañeros, suele hacerlo con maestros privados, fuera del teatro. Y si no está en un buen estado, es muy posible que no sea elegido por un coreógrafo o un repositor para una determinada obra.

-Es cierto, pero en mi época muchos de nosotros hacíamos la clase temprano con Gloria Kazda (nota: una gran maestra de ballet nacida en Checoslovaquia y formadora de numerosos bailarines argentinos). Íbamos a su estudio a las 9 de la mañana y después veníamos corriendo al Colón para la clase con la compañía. Ni siquiera el problema es que la clase sea o no obligatoria, sino que nuestro trabajo se desarrolla en este lugar. Si queremos que la compañía tenga un nivel internacional y vemos cómo se trabaja en la Opera de París o en Estados Unidos -con otra mentalidad- , en el Royal Ballet, La Scala de Milán o el Bolshoi, ¿por qué no se podría hacer aquí? El talento está. Aunque el talento sólo no es suficiente.

-¿A qué te referís?

-A que también son necesarios el compromiso, el venir a las clases, preocuparse por mejorar. Un afán de superación, incluso por uno mismo. Tenemos la suerte de estar en este sitio maravilloso, un escenario increíble y un público; ¿no habría que devolverle a ese público todo lo que nos da? Y además el Teatro Colón no es nuestro, es de todos. Nosotros estamos hoy y después vendrán otros.

-Pero también existe el hecho que el Ballet del Colón, desde hace mucho tiempo, realiza muy pocas funciones por año; es muy desalentador para los bailarines, en todos los sentidos.

-¿Han peleado por tener más funciones? Es una pregunta, no lo sé.

Y continúa Bocca: “Para este año armé cinco programas. No conocía a la compañía y no sabía qué cosas pueden hacer y qué no. Soy exigente en cuanto a la técnica del ballet. Pensé entonces en obras lindas, diferentes y fáciles de trabajar. Estamos volviendo a cuestiones básicas. Como la forma en que se “cierran” las posiciones, la colocación de los pies, lo que en ballet llamamos “la limpieza” de los movimientos. Prefiero que un bailarín haga dos o tres piruetas bien limpias y no seis piruetas mal hechas. Eso vine a hacer. Por suerte hay bailarines, sobre todo los más jóvenes, que entienden estas necesidades. Quizás para los que están desde hace mucho tiempo y les faltó el incentivo de hacer más funciones, resulte más difícil.

En la sala de ensayo. Julio Bocca prepara el estreno de «Carmen», con el que el Ballet del Colón abrirá la temporada. Foto: Ariel Grinberg

El estreno que se viene

-¿Y respecto del montaje de “Carmen”?

-Estamos trabajando bien. Es el primer contacto que tenemos entre nosotros; conocía ya a algunos bailarines y a otros estoy empezando a conocerlos. Haremos diez funciones de este primer programa y armé cinco repartos. Le tocan así dos funciones a cada uno; no es mucho, pero al menos pueden participar todos los bailarines que están ensayando.

-¿Se aumentaron la cantidad de funciones de los otros programas?

-Sí, son diez funciones por cada uno y de Cascanueces, a fin de año, serán catorce o quince. Y por otra parte este año, en el mes de agosto, tenemos la gala por el centenario de la creación del Ballet y de los otros cuerpos estables del Teatro Colón. Habrá invitados y estrenos, pero prefiero no adelantar nada. Primero porque no están aún los contratos y además porque será la oportunidad de hacer otra nota (se ríe).

-Y volviendo a “Carmen”, el montaje está avanzado; ¿se hizo en poco tiempo?

-En doce días. La compañía es rápida para aprender y eso me va a permitir encarar ensayos simultáneos. Ahora, por ejemplo, Oscar Araiz estuvo trabajando para un próximo estreno suyo, que será una pieza de diez minutos.

-¿Cómo fuiste eligiendo los títulos de esta temporada?

Carmen me parecía una obra muy buena para empezar; no digo que sea fácil técnicamente, pero interpretativamente es muy libre. Luego viene un programa mixto con Por vos muero de Nacho Duato, que la compañía ya tenía en el repertorio; una Paquita de Luis Ortigoza, y Chacona de Goyo Montero, un coreógrafo español contemporáneo.

El tercer programa es Don Quijote, en la versión de Silvia Bazilis y Raúl Candal con Marianela Núñez como invitada. Es una puesta muy ágil y dura una hora y media -viste que yo corto todo-. El cuarto programa es Onegin de John Cranko. El Ballet del Colón lo baila desde hace mucho tiempo y justo estaba por terminar la licencia de los derechos; pero conseguí que los prolongaran un poco.

Mano maestra. Julio Bocca conversa con los bailarines, de cara al estreno de «Carmen», el 5 de abril. Foto: Ariel Grinberg

-¿Y la temporada se cierra con el “Cascanueces” de Silvia Bazilis?

-Sí, ya la había hecho en el SODRE y tiene el carácter que yo quería: muy dirigida hacia todo público, con el uso del teatro negro y la participación de muchos niños. El Cascanueces de Nureyev es bastante sombrío y me parece bueno tener algo festivo para fin de año.

Temporada 2026 y búsqueda de sponsors

-¿Ya tenés pensado el 2026?

-Para 2026 tenemos obras más comprometidas y creaciones contemporáneas; por supuesto, un clásico como El lago de los cisnes en la versión de Mario Galizzi, y estamos viendo los derechos para un montaje de Goyo Montero inspirado en El Aleph de Borges. También estoy tratando de traer unas de las óperas-ballet de Pina Bausch sobre música de Gluck.

-Nombraste antes varias compañías internacionales. ¿Cuál sería tu modelo para el Colón si tomamos dos ejemplos opuestos? Pienso por un lado en el American Ballet Theatre, financiado con dineros privados, y el Ballet de la Ópera de París, que es parte del estado francés.

-Sí, el Ballet de la Ópera de París es una compañía oficial, pero si no tuviera además sponsors privados no podría vivir. Aquí hay pocos sponsors para el Ballet y saldré a buscar más. Para hacer grandes producciones, tener apoyos de afuera hace todo más fácil y más rápido. Creo que el Estado tiene que hacerse cargo de la cultura, pero también pienso que es importante contar con dinero de empresas privadas. Un equilibrio entre ellos y que además sean amigos: no en el sentido de la amistad, sino de que se lleven bien.

Es la segunda vez que a Julio Bocca le ofrecen dirigir el Ballet del Colón. Y creyó que era el momento de aceptar. Foto: Ariel Grinberg

– El problema se presenta cuando los sponsors influyen en la elección de bailarines o de obras por intereses propios.

-Al menos cuando dirigí el Ballet del SODRE nunca me ocurrió, nadie me condicionó. Sí, en los Estados Unidos el comité de sponsors sugiere, por ejemplo, que se monte determinada obra. Pero luego está la decisión del director artístico.

-¿Que podría negarse?

-Sí, aunque no siempre es posible. La única persona que lo logra es Tamara Rojo (nota: una famosa bailarina nacida en España que viene dirigiendo grandes compañías internacionales) y no sé cómo se las arregla. Durante su dirección del English National Ballet recibió dinero con el que se construyó un edificio para la compañía y la escuela. El año pasado, ya al frente del San Francisco Ballet, le dieron 60 millones de dólares para producciones nuevas. Aquí es impensable, no porque no haya gente que tenga esa cantidad de dinero, sino porque no existe una cultura para destinar dinero al arte.

Mirada atenta. Julio Bocca quiere que los bailarines ensayen siete horas. Y decidió pagar una hora extra a quien lo hace. Foto: Ariel Grinberg

-¿Qué te decidió a asumir una responsabilidad tan grande y tan compleja como es la de dirigir el Ballet del Colón?

-Fue la segunda vez que oficialmente me lo ofrecían y en esta ocasión acepté.

-¿Aunque la realidad es que tenés mucho trabajo en el mundo?

-Sí, viajo mucho y ya tenía comprometidos el 2025 y el 2026.

-¿En calidad de qué?

Depende: en algunas compañías como repositor de ballets, en otras para preparar bailarines que hacen roles principales o como maestro dando clases. El año pasado monté La bayadera de Natalia Makarova en China. Ahora me voy a Estocolmo, en junio a Nueva York, al American Ballet Theatre, para El lago de los cisnes y Giselle; en septiembre a Viena con Alessandra Ferri para trabajar juntos sobre Giselle. Todo esto entre muchos otros compromisos.

-¿Y volviendo a la pregunta anterior? ¿Por qué entonces aceptaste la propuesta de dirigir el Ballet del Colón?

-El año pasado vinieron a mi casa en Uruguay Gabriela Ricardes, la ministra de Cultura de la ciudad de Buenos Aires, y Gerardo Grieco, que ahora es director general del Teatro Colón. Les hablé de las cosas que yo necesitaba para trabajar y que me dejaran pensarlo. Y de pronto pensé “no puede ser que el Ballet del Colón no esté entre las mejores compañías del mundo”.

-¿Y por qué ocurre esto, según tu punto de vista?

-Artísticamente, no tengo nada que señalar. Sus bailarines tienen mucha personalidad. Pero el otro aspecto es la calidad técnica. Es lo que para mí falta y creo que es el momento de mirarnos y ver a qué aspiramos.

Julio Bocca continúa teniendo mucho trabajo alrededor del mundo y debe viajar. Pero dice haber armado un excelente equipo en el Colón, por lo que la compañía nunca quedará abandonada. Foto: Ariel Grinberg

-¿Qué opinás respecto de incorporar más repertorio contemporáneo, más del que ahora tiene el Ballet del Colón, sin dejar de lado los grandes títulos clásicos?

-Me parece muy enriquecedor traer obras de Jiri Kylian y de otros creadores que fueron vanguardia en su momento; pero también de coreógrafos de hoy y sin duda también de coreógrafos argentinos. Por supuesto, no puedo resolver todo en un mes y quizás los bailarines del Colón se sientan dolidos por lo que digo respecto de la técnica. Pero sería errado de mi parte no decirlo; mi intención es “si estas persona tienen talento, que puedan seguir creciendo”. Y además que amen lo que están haciendo y sientan el privilegio de trabajar en el teatro más lindo del mundo.

-¿También tenés injerencia en la carrera de danza del Instituto del Colón?

-Estoy colaborando. Desde este año, los alumnos de cuarto año harán clases de técnicas contemporáneas, técnica Graham específicamente, y el año que viene, desde tercero. Me parece imprescindible que tengan también esta formación.

-Finalmente, ¿cómo vas a hacer compatibles tus viajes con tu rol aquí en el Colón?

Por un lado, formé un equipo excelente y en el que confío plenamente. Es decir, no dejo abandonada a la compañía. Por otro lado, estos viajes también van a permitirme ver obras nuevas, maestros, coreógrafos y posibilidad de giras para el Ballet del Colón.

Concluye: “Quiero decir que no hablo como Julio Bocca, hablo como alguien que pertenece a la danza. Es la danza la que dice que un bailarín, hoy, debe dominar tanto el lenguaje clásico como el contemporáneo. Es la danza la que dice cómo hay que bailar”.

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